P. LUIS PÉREZ PONCE

Nace en Villafranca de Córdoba, el día 30 de noviembre de 1666. Fue bautizado en la antigua Iglesia parroquial de Santa Marina de las Aguas Santas, de su pueblo natal.

Hasta los 14 años vivió en Villafranca, educado en un ambiente familiar cristiano y ejemplar que lo marcarán a lo largo de toda su vida. Marcha a Córdoba donde tiene un tío religioso dominico, que vive en el convento de San Pablo donde ingresa como alumno y allí cursará los estudios de gramática, letras, filosofía y teología. Sale del colegio antes de terminar los estudios, para acompañar como persona de confianza, al Obispo de la diócesis, Fray Pedro de Salazar. Vivía en el Palacio episcopal y acudía todos los días a San Pablo a completar sus estudios.

Su vida está marcada por una profunda vocación al sacerdocio. Su obispo le envía como coadjutor a Villa del Río, donde permanece diecisiete años, hasta 1712, en que le destina como párroco a su pueblo natal.

Es consciente de la necesidad de evangelización y consagra su sacerdocio a la formación religiosa de sus feligreses y a la catequesis de niños.

Conoce que una de las carencias de su pueblo-como en otros muchos pueblos- no tener colegios donde se educaran a las niñas. Por eso determinó fundar un colegio para niñas y mujeres en Villafranca, cuyos fines eran dar una enseñanza completa, según los conocimientos de la época y una formación moral y cristiana. A ello le mueve el que “habiendo tantos medios para la instrucción de los varones, tantas escuelas, colegios y universidades, apenas haya una escuela para la enseñanza de las mujeres, cuyas almas habían costado a Jesucristo la misma sangre que la de los hombres”, como nos relata su biógrafo.

En el inicio de esta obra, tiene como colaboradoras o maestras de esta tarea, a dos mujeres piadosas, ambas hermanas de sangre y naturales de Bujalance: Isabel del Santísimo y Marina Josefa de la Cruz. A éstas se unen otras, hasta un total de diez, para realizar esta hermosa misión.

Los rasgos que más sobresalen de su espiritualidad son: la CARIDAD sin límites con los necesitados y la POBREZA radical, junto con el AMOR y devoción a María.

Muere por un acto supremo de caridad. El día de San José de 1721 pasan por Villafranca unos soldados. Uno de ellos enfermo de tabardillo (tifus), que recoge en su casa, asea, cuida y acuesta en su propia cama. Muere el 18 de abril por contagio de esta enfermedad. Sus últimas palabras para las hermanas cuando van a despedirlo son: “Para tenerlo todo sobrado, deben contentarse con poco”.

Su vida y su muerte son ejemplo de santidad y su legado educativo fue ejemplo para un gran número de colegios que se extendieron por la provincia de Córdoba.

P.Luis Pérez Ponce

por José Miguel de la Cruz | I Centenario