P. COSME MUÑOZ PÉREZ

Nació en Villar del Río (Soria) en 1573 y es bautizado el 19 de abril en la Parroquia de Santa maría del Vado en su pueblo natal.

Muy joven, se siente inclinado a las armas y se dirige a Málaga, ciudad famosa por su puerto, y se alista en las galeras reales. Allí estuvo durante cuatro años, hasta que por perder la salud, se retira de la milicia  y trabaja como amanuense de un escribano público y posteriormente como secretario de la provisión de las Galeras.

El ambiente militar le desvía de las prácticas cristianas. Era amigo de la buena mesa, la buena fama y un gran derrochador. Una grave enfermedad le hace reflexionar sobre su vida y, reconociendo el camino equivocado que había llevado hasta este momento, acude a la Virgen de la Victoria, patrona de Málaga, a la que se encomienda fervorosamente y le promete cambiar de vida si le concede la curación.

Curado de su enfermedad y decidido a cambiar de vida, vende sus posesiones y reparte entre los pobres el dinero. Desposeído de todos sus bienes, salió de Málaga y se encaminó a Córdoba, hacia el convento de la Arruzafa, de la orden franciscana, donde fue rechazado por no saber latín.

Aconsejado por el P. Miguel Pérez, jesuita, comienza los estudios sacerdotales, teniendo que sufrir la humillación de sus jóvenes compañeros de estudio. Su meta es llegar al sacerdocio. Una vez que es ordenado, ejerce sin descanso su ministerio sacerdotal. Mendiga para los pobres, para las mujeres caídas y recogidas en el convento de Santa María Egipciaca. Se le echan encima quienes deberían apoyarle: sus mismos compañeros de parroquia. El permanece sereno.

Sobre el año 1607, acepta en Córdoba, a propuesta del Obispo, Fray Diego de Mardones, un establecimiento fundado por Isabel de la Cruz para recoger niñas huérfanas y pobres y que a su muerte quedaría abandonado. El P. Cosme comienza su obra y lo convierte en un colegio al cual pone bajo el patrocinio de Nuestra Señora de la Piedad.

Busca mujeres buenas, decididas y cultas para educar y formar a las niñas huérfanas. Este colegio es el primero que se funda en Córdoba para niñas y jóvenes, ya que los que existían en la época eran de carácter privado y masculino.

Hombre intrépido y valiente sabe resistir y acometer. Envuelto en la oración, fortalecido en el sacrificio y la penitencia, trasformado todos los días con la fuerza y el amor en la celebración de la Eucaristía, no teme a nada ni a nadie. Vive ausente de Córdoba en Granada, durante el tiempo que dura el pleito con Dª Isabel de Valdivieso por defender los bienes destinados a las dotes de las niñas huérfanas.

En los momentos más duros sabe que la Virgen, madre de Dios, está con él y que por el Hno. Francisco de Santa Ana le trasmite este mensaje: “Dile a Cosme que persevere, que ahora comienzo yo”.

Si hubiera que definir al P. Cosme con pocas palabras, podrían ser: AMOR Y SERVICIO, concretadas en una entrega total a su obra y a sus conciudadanos, y un amor especial a María, cuya presencia experimenta en lo más profundo de sus ser y lo conforma como hijo y siervo.

Muere santamente en Córdoba, el día 3 de diciembre de 1636, con el reconocimiento de todos, tanto eclesiásticos como seglares y con el cariño y veneración de toda la ciudad de Córdoba.

El ambiente militar le desvía de las prácticas cristianas. Era amigo de la buena mesa, la buena fama y un gran derrochador. Una grave enfermedad le hace reflexionar sobre su vida y, reconociendo el camino equivocado que había llevado hasta este momento, acude a la Virgen de la Victoria, patrona de Málaga, a la que se encomienda fervorosamente y le promete cambiar de vida si le concede la curación.

Curado de su enfermedad y decidido a cambiar de vida, vende sus posesiones y reparte entre los pobres el dinero. Desposeído de todos sus bienes, salió de Málaga y se encaminó a Córdoba, hacia el convento de la Arruzafa, de la orden franciscana, donde fue rechazado por no saber latín.

Aconsejado por el P. Miguel Pérez, jesuita, comienza los estudios sacerdotales, teniendo que sufrir la humillación de sus jóvenes compañeros de estudio. Su meta es llegar al sacerdocio. Una vez que es ordenado, ejerce sin descanso su ministerio sacerdotal. Mendiga para los pobres, para las mujeres caídas y recogidas en el convento de Santa María Egipciaca. Se le echan encima quienes deberían apoyarle: sus mismos compañeros de parroquia. El permanece sereno.

Sobre el año 1607, acepta en Córdoba, a propuesta del Obispo, Fray Diego de Mardones, un establecimiento fundado por Isabel de la Cruz para recoger niñas huérfanas y pobres y que a su muerte quedaría abandonado. El P. Cosme comienza su obra y lo convierte en un colegio al cual pone bajo el patrocinio de Nuestra Señora de la Piedad.

Busca mujeres buenas, decididas y cultas para educar y formar a las niñas huérfanas. Este colegio es el primero que se funda en Córdoba para niñas y jóvenes, ya que los que existían en la época eran de carácter privado y masculino.

Hombre intrépido y valiente sabe resistir y acometer. Envuelto en la oración, fortalecido en el sacrificio y la penitencia, trasformado todos los días con la fuerza y el amor en la celebración de la Eucaristía, no teme a nada ni a nadie. Vive ausente de Córdoba en Granada, durante el tiempo que dura el pleito con Dª Isabel de Valdivieso por defender los bienes destinados a las dotes de las niñas huérfanas.

En los momentos más duros sabe que la Virgen, madre de Dios, está con él y que por el Hno. Francisco de Santa Ana le trasmite este mensaje: “Dile a Cosme que persevere, que ahora comienzo yo”.

Si hubiera que definir al P. Cosme con pocas palabras, podrían ser: AMOR Y SERVICIO, concretadas en una entrega total a su obra y a sus conciudadanos, y un amor especial a María, cuya presencia experimenta en lo más profundo de sus ser y lo conforma como hijo y siervo.

Muere santamente en Córdoba, el día 3 de diciembre de 1636, con el reconocimiento de todos, tanto eclesiásticos como seglares y con el cariño y veneración de toda la ciudad de Córdoba.