“Un amor que se expresa es un amor que se contagia”. Santa Luisa de Marillac

Empiezo esta sesión con un fragmento del libro Círculos en el Agua, de María Dolores Aleixandre, pues tengo el recuerdo especial de un día en el que Inma me lo regaló diciéndome que se identificaba profundamente con él y que imaginaba que yo también: 

“…nos impacienta la lentitud con que avanzan nuestros proyectos. […] Aceptar que su ritmo sea el nuestro, acoger su tiempo y su medida, abandonar entre sus manos nuestras preocupaciones por la eficacia. Dejar que renazca en nosotros la CONFIANZA en la fecundidad de una vida escondida en Cristo en Dios, la fe en que sólo lo escondido resiste, la seguridad de que Alguien se encarga de que germine y de fruto lo que ha consentido hundirse, como él, en la oscuridad de la tierra…” 

En este pequeño espacio virtual, queremos rendir un homenaje a Inma Luna Cejudo, una niña que desde pequeñita creció al cobijo del Colegio Ntra. Sra. de la Piedad, y ya como joven experimento un gran deseo de dedicarse al periodismo, sintiéndose llamada a poder regalar BUENAS NOTICIAS, a ser ella BUENA NOTICIA. Sueño que logró con mucho esfuerzo el primero y el segundo con mucha cotidianidad.  

Después de una visita a Venezuela su vida dio un vuelco,  en su interior se sintió llamada por el Señor a la vida religiosa bajo el Carisma HPM y realizó su seguimiento vocacional de la mano de Francisca Ruiz Sánchez. No fue poco lo que llegó a hacer en ese tiempo: leer, escribir, orar, profundizar, ¡hasta se leyó el Catecismo de la Iglesia Católica!, que por cierto, se le hizo interminable, pero en su convencimiento de hacer un buen discernimiento con todo lo que se le fuese sugiriendo, lo consiguió leer.  

Terminada esa primera etapa, cuando ya empezaba a intuir que  Dios quería de ella un camino de seguimiento radical, su vida dio un giro de 360º.  

Cáncer y quimioterapia. Todo fue demasiado rotundo, excesivamente rápido.

Sin embargo, no se hundió. Tenía la certeza de que Dios estaba allí. 

En sus cartas podía notar como llegó a palpar el miedo con sus propias manos. Continuamente repetía frases parecidas a esta, “Él esbozó una sonrisa en mi boca para continuar caminando”.  Fue fuerte y valiente.  Se puso en camino con familiares y amigos de verdad y en su compañía las cosas se le hicieron un poco más llevaderas.  

Recibió la vida como un don y como don nos regaló lo mejor de ella.  Y es tanto lo que se puede contar y es tan poco lo que se llega a expresar. 

Sólo terminar diciendo algo que Inma me suscita internamente, se puede vivir muy pocos años cambiando vidas y dejando huella o muchos años no gustando de la vida y dejándola pasar. Ella tuvo en sus manos 29 años para hacer la diferencia, y la hizo. 

Amiga, hermana, maestra de vida. Gracias siempre, acompáñame y espérame hasta que volvamos a encontrarnos.