Termina un tiempo de bendición y gracia, donde cada una de nosotras ha puesto lo mejor de sí misma, buscando la voluntad de Dios, que se ha ido entrelazando con nuestras vidas y en el seno de nuestra comunidad capitular, arropada por tantos que nos han acompañado en la oración.
Hemos acogido los deseos de Dios, su voluntad para transformar y florecer, haciéndolos nuestros sueños e ilusiones para continuar la andadura de estos siguientes seis años.
El lema: “Entrelazar nuestras vidas, anunciando con Esperanza”, nos inspiraba y marcaba también un horizonte hacia el que avanzar. Cada paso dado a lo largo del desarrollo del Capítulo nos ha permitido discernir, reflexionar sobre lo que Dios quiere de nosotras, confiadas en que «Todas las cosas cooperan para bien a los que aman a Dios.» Rom 8:28.
En el tramo final del Capítulo hemos tenido en nuestras manos las reflexiones y propuestas de futuro que cada hermana y comunidades han ofrecido, y con dedicación, reverencia y valoración, hemos ido rastreando el sentir común, el latino que se iba escuchando como unisono de todas nosotras, en cada uno de los trabajos.
Finalmente tenemos dibujado el horizonte de esperanza para el sexenio, que hoy las invito a sentir como amanecer y a acogerlo como una cometa puesta en nuestras manos para hacerla volar, lo más alto que podamos. Confiadas que la cuerda larga, infinita de nuestra cometa lo lleva Dios y la mueve el viento de su Espíritu, y nosotras, con el corazón de niñas, donde el Reino se gesta, nos disponemos a poner nuestras manos y corazones junto a Dios, compartiendo el mismo proyecto, disfrutando y contagiando alegría.
El Papa Francisco, hizo suyas las palabras del fallecido arzobispo brasileño Hélder Câmara, un gigante del compromiso con la justicia y la protección de los derechos de los más vulnerables:
«Cuando sueñas solo, es solo un sueño; pero cuando sueñas con otros, es el comienzo de una nueva realidad»
«No debemos tener miedo de soñar», subrayó el Papa, «sobre todo si este sueño se comparte y se lleva a cabo conjuntamente, lo que puede llevar a la creación de un futuro más esperanzador y justo”.
Dios nos mueve desde nuestros deseos, sin ellos quedamos inmóviles y sin vitalidad, por eso somos invitadas a recibir los frutos del capítulo, como los grandes deseos y sueños, desde donde Dios y su Espíritu muevan lo mejor de nosotras y también lo pequeño y frágil, haciéndolo semilla que crece, porque El viene cada mañana a cuidarnos y admirarse de su crecimiento.
Abriguemos en el corazón los siete sueños, fruto de nuestro recorrido capitular, abracemos con la pasión que el P. Cosme tuvo, el futuro esperanzador que todas podemos hacer posible. Y retomemos el camino confiadas en Dios: «No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te fortalezco.»Is 41,10
8, Palabras que para nosotras suenan muy cerca en la voz del P. Luis: No desmayen en el camino comenzado, tengan fe.
Dios nos quiere alegres, orantes, agradecidas y con testimonio contagioso: «Estén siempre gozosos, oren sin cesar, den gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para ustedes en Cristo Jesús.» – 1 Tes 5,16-18. Que este sea la tonalidad que le demos a cada día, desgranando el tiempo, como tiempo de salvación y redención.
Vayamos una vez más a María, decidamos desde lo más profundo de nosotras, ponernos y permanecer bajo su manto y protección. Ella nos acompaña y “amasa en nuestro corazón y en nosotras como comunidad, la levadura que Dios nos regala, estos siete sueños, para que crezca y se haga pan grande y compartido entre nosotras y para todos los que serán destinatarios de nuestra vida y misión.
Maribel Quirós
Superiora General
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