La fiesta del Corpus Christi, Día de la Caridad, nos sitúa en el centro de la vida cristiana y “nos
hace testigos de la compasión de Dios por cada hermano y hermana”. No hemos de olvidar
que comulgar con Jesús es comulgar con alguien que ha vivido y ha muerto entregado
totalmente por los demás. Su cuerpo es un cuerpo entregado y su sangre es una sangre
derramada por la salvación de todos.
Un año más, la celebración del día de la Caridad, nos compromete a transitar caminos de
fraternidad, a animar y promover el compromiso de la comunidad cristiana y de la sociedad
en general, con la defensa de la dignidad de las personas y sus derechos. “Una dignidad infinita,
que se fundamenta inalienablemente en su propio ser, le corresponde a cada persona humana, más
allá de toda circunstancia y en cualquier estado o situación en que se encuentre”.
 Subcomisión Episcopal para la Acción Caritativa y Social