Desde pequeños aprendimos a persignarnos “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, y al hacerlo, entramos sin darnos cuenta en el misterio precioso de que nuestro Dios es una comunidad de amor. El Padre nos creó y sostiene nuestra vida cada día. El Hijo nos mostró el camino y se hizo nuestro amigo y hermano. El Espíritu, el amor entre el Padre y el Hijo, es quien nos acompaña, ilumina y alienta, y quien nos va guiando hasta la verdad.
En el evangelio de hoy, Jesús nos vuelve a enviar en nombre de la Trinidad. y nos dice que está con nosotros todos los días. Y lo dice en tiempo presente: yo estoy. No es una promesa, sino un hecho.
El Padre, el Hijo y el Espíritu están con nosotros. Siempre.