Concepción de escuela

Francisco considera la escuela más allá de sus límites geográficos y de sus muros[. Él la define como «una plataforma para acercarse a los niños y a los jóvenes» (Christus Vivit, n. 221) La plataforma no está dirigida a sí misma. Ella es la tarima, el área de apoyo que sirve de base para otras operaciones. Es también «un lugar privilegiado para la promoción de la persona».

La escuela no se restringe a sus límites y horarios. Ella los rebasa, apuntando a la realidad circundante y al mundo, ofreciendo una propuesta educativa para toda la vida. Una visión más abarcadora de la escuela la formuló recientemente, declarando ocho deseos: 1) Que nuestros colegios formen corazones convencidos de la misión para la cual fueron creados; 2) Que sean «colegios posada» donde se pueda sanar las heridas propias y ajenas; 3) Que los colegios sean realmente de puertas abiertas y no solo de discurso, adonde los pobres puedan entrar y de donde se pueda salir a su encuentro; 4) Que no se enrosquen en un elitismo egoísta, sino que aprendan a convivir con todos, donde se viva la fraternidad; 5) Que ellos enseñen a discernir, a leer los signos de los tiempos, a leer la propia vida como un don para agradecer y compartir; 6) Que tengan una actitud crítica sobre los modelos de desarrollo, producción y consumo que están empujando avergonzadamente hacia la inequidad; 7) Que los colegios tengan conciencia y creen consciencia; 8) Que sean colegios discípulos y misioneros.

Francisco considera un triple perfil identificador de la educación. La educación es un acto de amor, porque genera vida en su pluridimensionalidad. Ella saca a las personas de su mismidad, las ayuda a familiarizarse con su interioridad, a ejercitar su potencial, a abrirse a la trascendencia, a incluir a los descartados en el círculo de la vida. «La educación es una realidad dinámica, un movimiento que saca a la luz a las personas»[. «Estoy convencido – dice el Papa en Laudato si’ – que todo cambio necesita motivaciones y un camino educativo» .

La educación es también un acto de esperanza que ayuda a romper el círculo vicioso del escepticismo, de la incredulidad, de la cristalización de concepciones y actitudes contrarias a la dignidad del ser humano. Es reiterativo el grito del Papa Francisco a varios públicos para que no pierdan la esperanza, porque «una globalización sin esperanza y sin horizonte se expone a los condicionamientos de intereses económicos que muchas veces están lejos de una correcta concepción del bien común y fácilmente producen tensiones sociales, conflictos económicos, abusos de poder».

Finalmente, la educación es un factor humanizante del mundo, ya que ayuda a romper el individualismo, a apreciar las diferencias, a descubrir la fraternidad, a responsabilizarse del medio ambiente. Ella es «el antídoto natural de la cultura individualista que a veces degenera en un verdadero culto al yo y la primacía de la indiferencia».

Elaborado por:

Luiz Fernando Klein