“Para gloria de la Virgen y consuelo nuestro, Nos, proclamamos a María Santísima Madre de la Iglesia, es decir, Madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores que la llaman Madre amorosa; y queremos que de ahora en adelante sea honrada e invocada por todo el pueblo cristiano con este gratísimo título”
Pablo VI
Queridas hermanas:
Estas palabras de Pablo VI proclamando a María con el título de Madre de la iglesia nos alegran de modo particular, ya que en nuestro título de PATROCINIO se resalta especialmente esa maternidad de María. La madre de Dios es nuestra madre, madre de toda la Iglesia y de todos sus miembros.
Para comprender el alcance de la expresión Madre de la iglesia, es preciso tener en cuenta dos aspectos esenciales del misterio de María: el influjo materno de María en la formación de la Iglesia, y la permanencia o prolongación de este influjo en la vida cristiana actual. La misión de María consiste en hacer que Cristo nazca, que Cristo crezca y que Cristo se comunique a todos.
Para experimentar esta maternidad es muy bueno contemplar a María, la madre, como discípula y comprender la maternidad de Nuestra Señora desde quien escucha la Palabra y la pone en práctica. La maternidad de María sobre Jesús es una maternidad ciertamente física, pero también espiritual. Es la maternidad de una discípula que escucha la Palabra y la recibe. Por eso la filiación con María es camino privilegiado para encontrarnos con Jesús y una ayuda eficaz para avanzar y vivir en plenitud la vida cristiana.
Y nosotras que invocamos a María con el especial título de PATROCINIO sabemos que a esa maternidad espiritual debe corresponder una auténtica filiación mariana que nos caracterice y nos haga presentes en nuestra sociedad como mujeres con entrañas de misericordia que saben acercarse al mundo de los más necesitados, de los más débiles: los niños, los jóvenes, los que sufren…con esa cercanía y sencillez de los que entregan generosamente su vida para que el Reino de Dios se haga presente.
Contemplemos a la madre de Jesús y madre de la iglesia, a la Madre de cada una de nosotras. Ella nos irá enseñando cómo esta maternidad nos lleva a ser discípulas, cómo esta maternidad no se realiza sino mediante una actitud de acogida silenciosa, pobre y contemplativa, de la Palabra de Dios. Que la contemplación de la Madre vaya dando unidad interior a nuestra vida.
En la fiesta de nuestra titular, la Virgen del Patrocinio, nos sentimos llenas de gozo por la certeza de vernos acogidas bajo su maternal amparo. A Ella especialmente confiamos también nuestro mundo herido por la guerra y por los intereses económicos que ahogan a tantos hermanos nuestros.
Que Ella ilumine nuestra mente y mueva nuestro corazón para saber responder ante estas situaciones de dolor haciendo presente su Patrocinio a través de nuestras vidas.
Vivamos con alegría y celebremos este día, unidas a todas las personas que comparten con nosotras nuestro carisma y se encuentran bajo la mirada amorosa y el Patrocinio de nuestra Madre.
Un fuerte abrazo.
Antonia García HPM
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