Atrás quedó ese mes de septiembre donde, llenos de miedo, nos acercábamos al colegio con muy pocas esperanzas de permanecer y de poder controlar lo que la pandemia hacía que no pudiésemos predecir. Si hubiésemos podido elegir, quizás muchos de nosotros no nos hubiésemos atrevido a volver, pero no era algo negociable y eso nos ayudó a romper esa barrera y encontrarnos nuevamente como familia HPM dentro de cada uno de nuestros colegios.
 
 Fueron pasando los meses con cada uno de sus días y fuimos descubriendo que éramos capaces. Adecuamos espacios, tiempos y actividades para mantener la seguridad y, aunque en ocasiones hemos llegado a agobiarnos, los niños desde su alegría e ingenuidad han ido ayudándonos a hacer todo más normal. 
 
Fuimos atreviéndonos poco a poco a tocarnos, debilitamos las miradas recelosas y el sentir al otro como enemigo. Dedicamos más tiempo a aprender desde casa. Algunos (pocos, la verdad) vivieron confinamientos preventivos e incluso el Covid y aún así lo común siempre fue la esperanza. Los gestos cercanos, los abrazos sin brazos y los besos al corazón. 
 
El colegio se convirtió en un espacio para que los profesores recibiésemos clases  y fueron los más pequeños, incluso los jóvenes, los que nos ayudaron especialmente en la hermosa lección de que por encima del contagio, de las prohibiciones, de la falta de contacto, hay una forma sutil y espontánea de regalar amor en las pequeñas cosas.
 
Las Hijas del Patrocinio de María, en este día 22 de junio, nos sentimos contentas y agradecidas porque nuestros colegios permanecieron abiertos y hemos terminado con vosotros un curso histórico: el año de las mascarillas y los geles. El año en el que un bichito sin patas vino a visitarnos.
 
Ya solo nos queda deciros y decirnos: cuídate y cuida a quienes amas.
 
 Un verano feliz será un verano seguro.