Empezamos la vida siendo tan frágiles, tan pequeños, tan indefensos.

Comenzamos con la llegada al mundo, el inicio de una carrera. Muchas veces, en ese recorrido, nos sentimos fuertes e imparables. Nos sentimos seguros, completos, capaces de desarrollar mil destrezas y habilidades. En este tiempo parece que necesitamos tan poco..pero todo va pasando.

Con los años empieza a llegar otra etapa, una etapa donde nos sentimos más vulnerables. Necesitamos que se nos recuerden las cosas una, dos, tres, cien veces. Dejamos de controlar cosas que antes hacíamos de forma involuntaria, nos sentimos más necesitados, más vulnerables, más solos.

Por eso, a nosotros, los más jóvenes, nos toca acompañar doblemente, escuchar con atención, respetar los ritmos, valorar los esfuerzos, tener paciencia frente a la impaciencia, pues esos mayores un día fueron los que nos sacaron adelante a nosotros.

Lo vivido nos define y eso se ve hasta en la vejez. El que fue agradecido, será agradecido, el que siempre perdonó, morirá perdonando, el que mucho amó, aunque deje de hablar, morirá amando.

Afortunados de llegar al final de la vida, teniendo en las espaldas y en el corazón los frutos de la vida que regalamos a los otros.