Con la fiesta del Espíritu Santo, termina el tiempo pascual y volvemos a entrar en el tiempo ordinario. Pentecostés nos marca el inicio de algo nuevo y grande. Tras recibir la fuerza que necesitaban para la misión, para el anuncio comprometido y el trabajo generoso, los discípulos y los apóstoles experimentan una fuerza interior capaz de hacer que se replanteen la vida. El miedo, aunque sigue existiendo, ya no tiene el mismo efecto en ellos, porque a veces no se trata de que el miedo se vaya, sino de que nos haga compañía sin afectar nuestras decisiones y nuestra entrega, sin quitarnos la fuerza.
Feliz Pentecostés para todos aquellos que viven sintiendo la fuerza del Espíritu.

Qué diferente se puede vivir el tiempo ordinario tras el paso de una Pascua bien vivida.
El peso de la rutina, la monotonía, la sensación de frustración, de que todo está igual y de que aportamos tan poco para poder hacer la diferencia, debe quedar encerrado, aparcado fuera de nosotros. Porque si la fuerza del Espíritu un día nos tocó impulsándonos algo nuevo, creativo y diferente, ella sigue dentro de nosotros trabajando en nuestras decisiones, en nuestra oración, en nuestra relación con Dios, aunque a veces se disipe su presencia, la capacidad de hablar en lenguas disminuya y el poder entender a los otros en otras lenguas sea imposible.
El Espíritu sigue bullendo en el corazón de cada uno. Su fuerza es constante y entra y sale de nosotros de una forma tan sutil que nos cuesta reconocerlo… Trabajemos por reconocerlo y vivir desde su influencia en nosotros.
¡Feliz Pentecostés!
Comentarios recientes